Vive en un pequeño piso en la ciudad de Vigo y su discurrir no sería diferente al de cualquier chica de su edad de no ser por la tristeza que enmarca su rostro. Porque al llegar la tarde se muda de piel: cambia de ropa, cambia de nombre, y cambia.
Y así puede encarar una noche más.
Solo una noche más.
Solo un mes más.
Solo un año más.

El término de “mujeres invisibles” lo escuché por primera vez a Fernando León de Aranoa cuando, al investigar para su largometraje de ficción Princesas, pudo observar hasta que punto son ignoradas las mujeres que ejercen la prostitución en este y otros países: “…las mujeres invisibles no existen, no trabajan en la casa de campo cada noche, no pasean casi desnudas entre sus árboles asombrados, como de bosque encantado venido a menos…”

 

 

Y es que “la profesión más antigua del mundo” existe, aunque viva escondida bajo la alfombra del progreso y se la niegue, y aunque haya poca gente que reconozca haber escuchado de boca de las mujeres que la ejercen cuáles son sus necesidades, cuál es su opinión, cómo son sus risas, y sobre qué se lamentan.

Noemi Chantada

Dirección y Guión